¿El miedo nos une?
- Rosa Hidalgo
- 28 mar
- 2 Min. de lectura
Una emoción que puede alejarnos… o acercarnos, si sabemos qué hacer con ella.
Vivimos en una época donde el miedo está de muchas formas:miedo a equivocarnos, a quedarnos sin trabajo, a decepcionar, a perder a alguien, a hablar en público, a decir que no…A veces lo sentimos como ansiedad, otras como un nudo en el estómago o un bloqueo que no sabemos explicar.Es incómodo, sí. Pero también es humano.
Y aunque solemos pensar que el miedo nos aísla, lo cierto es que no siempre es así, porque cuando el miedo se comparte y se reconoce, puede convertirse en algo que nos acerca.

Cuando nos asustamos —por algo real o imaginado— el cerebro reacciona muy rápido.La amígdala detecta la amenaza y pone en marcha al hipotálamo, que activa el modo “alerta total”: se acelera el corazón, sube el cortisol (la hormona del estrés), nos tensamos. Todo el cuerpo se prepara para reaccionar.
Este sistema está hecho para protegernos. Es automático y muy eficaz… pero también muy sensible.
Y hay algo importante: no distingue entre un incendio y un correo que no sabemos cómo responder.El cuerpo reacciona igual: peligro = tensión.
Pero en situaciones donde ese miedo se vive acompañado —cuando sentimos que no estamos solos con eso— el cerebro cambia de canal.Se activa la liberación de oxitocina, la hormona del vínculo y la confianza.Y eso nos mueve no a huir… sino a buscar a otros.
¿Y esto pasa en la vida real?
Sí, constantemente.
Cuando cuentas a alguien que estás pasando por un mal momento y te responde: “yo también me he sentido así”, el cuerpo afloja.Cuando un grupo de personas se organiza porque les da miedo perder sus derechos, y en lugar de callar, salen juntas a la calle.O incluso cuando una madre sostiene la mano de su hijo que tiene miedo a vacunarse, y le dice sin dramatismo: “sé que da miedo, pero yo estoy aquí”.
En todos esos casos, el miedo no desaparece, pero se vuelve compartido. Y eso cambia en cómo lo vivimos.
¿Y cuándo el miedo no une?
Cuando no se puede hablar.Cuando se vive en silencio, o con la sensación de que “esto no se puede contar”.Ahí el miedo se endurece. Se convierte en vergüenza, en ira, en distancia.
En contextos de amenaza, el miedo no gestionado puede derivar en prejuicio, polarización, o rechazo al otro.Es cuando aparece el clásico “nosotros contra ellos”, aunque el “ellos” no siempre esté claro.Es una estrategia primitiva del cerebro para proteger al grupo… a costa de excluir.
Entonces, ¿qué hacemos con el miedo?
No podemos evitarlo, pero si hay red, si hay escucha, si hay alguien al otro lado… deja de ser amenaza…y se convierte en motor de conexión.
Comments